sábado, 27 de abril de 2013

"El pequeño problema que me cambió la vida." [UruhaxAoi] (the GazettE)


Autora: Kimiko Mizuki.
Clasificación: +13
Advertencias: Chan, Lime.
Género: Universo Alterno, Drama, Romántico.








El pequeño problema que me cambió la vida.


Obsequio para: Murasaki~



—Qué hermosa… —susurró un castaño de mirada avellana que respondía al nombre de Kouyou y tenía la vista fija en la vitrina de una tienda de música; observando una Gibson que simplemente le cautivó. Definitivamente ésa guitarra TENÍA que ser suya. Dirigió la mirada al precio del instrumento, y faltó poco para que se ahogara con su propia saliva-. ¡¿4.500 dólares?! –Pero tenía que admitirlo, la guitarra lo valía, pero él con suerte y apenas tenía 3000 dólares que llevaba ahorrando desde hace mucho para la misma.

—Está un poco cara, Shima. ¿Cómo pretendes pagarla? —preguntó un rubio que portaba una banda la nariz y acompañaba al nombrado.

—Bueno… Tengo un dinero ahorrado; 3.500 dólares. Creí que con eso alcanzaría, pero jamás pensé que fuera a costar tanto —suspiró y se despegó de la vitrina para encarar a su amigo-. Y ésa guitarra vale cada peso. Creo que tendré que trabajar y dejar de comer para alcanzarla a pagar siquiera a cuotas.

—¿Trabajar? ¿Tú? —rió el rubio—. No creí que conocieras el significado de eso, ¿sabes? —Bromeó mientras emprendía camino de regreso a casa con su castaño amigo, quien le dirigió una mueca de disgusto por lo que dijo.

—Ha-ha, qué gracioso estás, Akira —apartó la mirada y caminaron en silencio. El rubio divagando en su mente, y el castaño pensando qué hacer para obtener el dinero, o más bien, un empleo de medio tiempo.


Akira pareció acordarse de algo, y aunque no estaba muy seguro de ilusionar a su amigo con un posible empleo, se lo diría. Quién sabe, tal vez y logre conseguirlo. Además que quería divertirse un poco a costa de su amigo, pues sabía que aquello era algo que simplemente pondría a prueba sus nervios  y cordura. O eso creía él….

—Sabes, Shima… Hace unos días Uke me habló de que su tía andaba buscando a alguien que le ayudara con un problemita. Y no sé~ Pensé que podría interesarte, ¿quieres que le hable? —Miró a Kouyou.

—¿Ayuda con qué? –le devolvió la mirada sin parar su caminata.

—Uhm… No estoy seguro, pero una vez aceptes, no puedes echarte para atrás, ¿comprendes?

—Lo que sea, necesito el dinero y a éstas alturas cualquier cosa está bien para mí.

—Vale. Mira, ya cruzo aquí —detuvo su caminar y se volvió al contrario—. Le llamaré a Uke, y te aviso qué me dice, ¿sí?

—Está bien. Muchas gracias, Akira —sonrió y le dio un par de palmaditas en el hombro al rubio en señal de despedida—. Adiós.

—Anda con cuidado. Bye~


Kouyou continuó su camino con las manos en sus bolsillos y la mirada en el suelo, pensando en cómo sería realmente trabajar. No es como que él fuera un nene de papi y mami, era una persona de posición económica normal, sólo que el esfuerzo físico no era algo que le entusiasmase mucho. Lo único que requería dicho esfuerzo en su vida era tocar la guitarra y fingir que hacía gimnasia cuando iba a la preparatoria. Más nada. Pero ahora era otro caso, ahora su amada guitarra, que aunque no fuera suya aún; lo sería, estaba en juego. No podría imaginarse cómo se pondría si alguien más se la llevara. Así que conseguir el dichoso trabajo era vital para él.

Cuando llegó a casa notó que no había nadie. Seguro sus padres aún trabajaban. Se dirigió a la cocina para comer algo, pero lo único que encontró fue un poco de ramen instantáneo sobre la estufa y una nota de mamá diciendo que llegarían tarde. Sin darle mucha importancia, tomó el botecito y con él se dirigió a su habitación. Arrojó la mochila en cualquier parte y terminó de sacarse la corbata que estaba a medio abrochar y componía a su uniforme de preparatoria, se sentó en la cama y comió de su ramen mientras encendía la televisión para ver qué había en ella. No pasó ni medía hora cuando el chico apartó  la mirada del aparato con cierto fastidio.

—Qué aburrido… —Suspiró con pereza mientras dejaba el desechable sobre la mesita de noche y apagaba la televisión, después de comprobar que no había nada para ver—. Por lo menos ya mañana es viernes, y nos darán un mes de vacaciones —Intentó darse ánimos a sí mismo. Se sacó el uniforme y sólo con sus bóxers se acomodó en la cama para dormir.
Sólo esperaba que Akira sí hubiese llamado a Uke. 


Al día siguiente.


—¿Qué hay, Shima?

—¿Uhm? —El castaño levantó la cabeza de su pupitre cuando escuchó la voz de su amigo—. Hola, Ue. Aquí me ves —Akira rió bajo y se ubicó en la butaca al lado del otro—. ¿Has hablado con Kai?

—¡Claro! Pero me dijo que te confirmaba hoy, así que supongo que debes ir a verle una vez terminen las clases.

—Ya veo… Está bien. Le haré una visita en cuanto salgamos de aquí.

El maestro entró al aula y sin más demora, dio inicio a la jornada exhaustiva de clases. Las horas pasaron rápido para ambos; sobre todo para el castaño, quien era el más urgido por salir. Cuando sonó la campana de salida, tomó sus cosas con calma y se despidió de su amigo, pues éste tenía que llegar a su respectivo empleo de medio tiempo y ya debía marcharse.



Caminó hasta llegar a la casa de Uke, y tocó el timbre. No pasó ni un minuto cuando ya estaba el chico castaño oscuro con una hermosa sonrisa en el rostro recibiéndole. 

—¡Shima! Tanto tiempo. ¿Qué tal la prepa? 

—Bastante bien, Uke —Sonrió a su amigo que no veía hace varios meses por cuestiones de horario, puesto que éste ya se encontraba en la universidad y casi era imposible cuadrar cuándo verse—. ¿Y cómo estás? ¿La universidad aún no te mata? —Rió.

—Nah~ Está bien. No es como que sea muy complicado —Se encogió de hombros y se hizo a un lado para dejar un espacio—. Entra.

—Gracias. Con permiso —Se descalzó los zapatos y siguió al mayor hasta la sala, tomando asiento en uno de los muebles que la adornaban.

—¿Quieres algo para tomar?

—No, así está bien, Uke —Sonrió con despreocupación y le llamó con la mano para que se sentara a su lado—. ¿Hablaste con tu tía?

—Sí, no sabes cuánto tuve que convencerle para que te diera el trabajo. Es demasiado paranoica, pero le dije que te conocía desde que usábamos pañales y que sabía que eras perfecto para eso. Al final aceptó, así que ¡felicidades! Ya tienes empleo —Rió bajito.

—Oh, genial, por un momento creí que me dirías que no lo había conseguido —Suspiró aliviado—. Ahora… ¿Qué es lo que debo hacer?

—¿Akira no te lo dijo? —Volvió a mirar un poco incrédulo y después relajó su rostro, esbozando una sonrisa divertida—. Ya me lo imaginaba. Shima, tendrás que ser niñero de mi primo. Mi tía hará un viaje de negocios, y es madre soltera. No tenía con quién dejarlo, y yo no puedo porque estoy en la universidad y con el rollo de la tesis me queda pesado. Ella es demasiado sobreprotectora, pues es su único hijo, por eso me costó un poco convencerla de que te dejara ser su niñero.

—Espera, ¡¿qué?! ¡Niñero! —Se dejó caer al respaldo del mueble dándose un golpe en la frente mientras maldecía mentalmente al rubio, se sentía engañado, ¡él lo sabía y no le dijo nada para que no pudiera negarse! «Serás cabrón, Akira» pensó—. Uke, no creo que pueda hacerlo, digo, yo NUNCA he cuidado de un niño.

—No te inquietes, Shima, es muy listo, además, ya tiene ocho años, no tendrás que preocuparte por biberones o pañales sucios. Igual, ya la tía aceptó y no puedo decirle ahora que su niñero se acobardó. ¿A quién llamaría estando a un par de días del viaje?

—¡Hey! No me acobardé —Hizo un mohín y se cruzó de brazos para luego soltar y suspiro; el centésimo en ése día, cabe decir—. Está bien, lo haré. ¿Cuándo comienzo?

—El lunes, ella viaja ése mismo día a las cinco de la mañana, así que llegarás cuando ella ya se halla ido, tipo… Seis o siete de la mañana. Supongo que te dejará dinero y una larga lista de “Cuidados” que más bien sugiere que envuelvas al niño en papel de burbujas y no dejes que nadie lo toque —rió divertido por su broma—. Ah, sí, y deberás dormir allá, así que lleva ropa.

—¿Cuánto tiempo estará de viaje?

—Tres o cuatro semana —Genial, no disfrutaría de sus vacaciones por anda de niñera de un mocoso.

—Ya lo tengo. Gracias, Uke, por ayudarme y eso.

—De nada, Shima, sólo… No olvides alimentarlo, eh —bromeó.

—Lo intentaré —Le siguió el juego y rió—. Bueno, ya debo marcharme —se levantó y caminó hasta la puerta de entrada en compañía del otro castaño—. De nuevo gracias, Uke. Adiós —se despidió con la mano y se marchó.


Él sólo quería conseguir el dinero suficiente para costear su guitarra.













Lunes. 5:30 A.M. 


El estruendoso sonido del despertador se desató en toda la habitación marcando las cinco y treinta de la mañana, cosa que le hizo dar un brinco del susto al castaño que fue privado de su sueño de forma estrepitosa. Bufó y maldijo por lo bajo mientras se incorporaba en su cama y estiraba la mano para apagar el ruidoso aparato. Se estiró, bostezó y se desperezó todo lo que pudo antes de levantarse y tomar una toalla para tomar un baño y prepararse.
Una vez estuvo listo preparó su mochila con varias de sus prendas y cosas que necesitaría para estar por varias semanas fuera de casa. Salió de su habitación con la mochila a cuestas y tomando una pluma y un pedazo de hoja, les escribió a sus padres que estaría fuera de casa en vacaciones. Al fin, ellos nunca están pendientes de mí. Dejó la nota pegada al refrigerador con un pequeño imán. Al llegar de nuevo a la sala, miró el reloj de la pared y vio que éste marcada las cinco y cincuenta y cinco joder, debo estar allá a las seis, mejor me apresuro y salió.

—Vaya… Qué frío hace —Y no era para menos, estando a principios de Diciembre ya se podía sentir ésa brisa fría que indicaba que estaban en invierno. El castaño se puso uno de sus abrigos y comenzó a caminar rumbo a la casa donde tendría que trabajar.

Una vez comenzó su andar, su mente pensó en cómo sería el chiquillo del que se encargaría, ¿acaso sería de esos niño aplomados y quietos, cuya mamá sólo les inculca buenos modales y disciplina al estudio? ¿Acaso sería uno de esos pequeños demonios que sólo causan desastres y hacían maldades? ¿O un friki que sólo se la pasa horas y horas frente a una pantalla jugando con sus videojuegos? Sus pensamientos se detuvieron una vez se vio a sí mismo parado frente a la puerta. Buscó debajo de una maseta la llave que Kai le había dicho que se encontraba ahí, la tomó y abrió la puerta. Una vez adentro, se sacó el abrigo y los zapatos, sintiendo el cálido ambiente que le acogió en ésa casa, era bastante linda, no grande ni pequeña, pero muy acogedora. Colgó el abrigo que aún tenía en sus manos en el perchero que ahí se encontraba y se adentró en la casa.

Se detuvo al ver a una mujer caminando de la sala a la cocina y de la cocina a la sala con cierto desespero en sus pasos, como si estuviese apurada, un par de maletas a un lado del mueble principal y la misma mujer colocándose una bufanda, indicando así que estaba a punto de salir. La mujer era de unos 1,65, esbelta, de cabello negro y largo, delgada, bastante hermosa, a decir verdad, con un rostro de facciones bastantes finas.


—¿Buenos días? —Habló Takashima.

—¿Eh? —La mujer pelinegra alzó la mirada de su bufanda y miró al chico castaño—. Oh, tú debes ser… Kouyou Takashima, ¿no?

—Sí, yo seré quien cuide a su hijo en su ausencia, señora —Hizo una respetuosa reverencia.


La mujer analizó al joven se arriba abajo, le encontró bastante normal y sintió que no era mala persona. Su niño era el único hijo que tenía, por eso debía cuidarlo como si fuera su tesoro más preciado; y eso era lo que era.

—Muy bien, Takashima-kun, mi avión se retrasó un poco y me dieron más tiempo. Me alegra poder haberte conocido antes de partir; ahora me siento un poco más tranquila de saber quién sería el que cuidaría de mi pequeño —Esbozó una pequeña sonrisa—. Yuu ahora está dormido así que cuando despierte que tome su desayuno. No quiero que le dejes comer comida chatarra, nada de videojuegos hasta tarde, que estudie, se lave los dientes y que duerma a sus horas, ¿está bien? Ahora está de vacaciones, así que no tendrá que ir a la escuela.

Vaya, sí que es sobreprotectora… Pobre chico —Rió mentalmente el castaño, pero no lo expresó con su rostro, sólo se limito a asentir.

—Ten, te dejaré dinero en casos de emergencias y mi número, por sí algo pasa —Sacó de su bolso varios yenes junto con una pequeña tarjeta y se lo entregó al menor—. Cuando vuelva y vea que mi bebé está bien, te pagaré 42.998 yenes*, ¿de acuerdo?

—Estoy de acuerdo, señora. Espero que tenga un buen viaje, y por su niño no se preocupe, lo cuidaré muy bien.

—Con tu vida, si es necesario —Finalizó con un tono tétrico que hizo estremecer al castaño de miedo, pero rápidamente la mujer volvió a sonreír y agitó su mano—. Adiós, Takashima-kun.

—A-Adiós, señora… —Sudó frío mientras agitaba su mano y veía a la mujer salir con sus maletas directo al taxi que ya estaba afuera esperándola para ayudarla.


Una vez la puerta principal hubo sido cerrada, el castaño volvió a respirar con normalidad; ésa mujer lograba ponerle realmente nervioso, tenía un aura bastante imponente. Se giró y caminó hasta la cocina después de haber dejado su mochila en el mueble, husmeó en la nevera y supo que le daría al pequeño un tazón de cereal, no es como si él fuera un experto culinario. Cerró la nevera y salió nuevamente a la sala, dispuesto a ver televisión hasta que el niño se despertará, pero no fue necesario, ya que al salir, se topó frente a frente con un pequeño cuerpo que le miraba fijamente. 

Cabello totalmente negro que caía libremente hasta por encima de sus hombros, contextura delgada; con el cuerpecito menudo y el aura inocente de un típico niño de ocho años, sus grandes ojos abiertos y con la mirada puesta en el castaño. Su rostro sólo expresaba la curiosidad de la persona que se encontraba frente suyo. Uruha notó el peluche que sostenía en su mano derecha, casi hacía juego con las pantuflas que tenía puestas. Sonrió de pura ternura al verlo, y se extrañó de hacerlo, pues con la experiencia que vivía con sus pequeños primos había creado cierta ‘fobia’ por los infantes, pero éste niño era simplemente tierno. Raro, pues para él ningún renacuajo de ésos podía ser calificado como ‘tierno’. Parece tranquilo, pacifico, adorable…


—¿Quién demonios eres tú, y qué haces aquí? —Olviden lo que estaba diciendo.

—Eh... Soy Kouyou, Takashima Kouyou —Con sus manos sobre sus rodillas, se inclinó un poco para que su rostro quedará casi a la altura del pequeño y le miró con una ceja alzada y gesto suficiente—. Y yo seré tu niñero mientras tu mamá no está, enano, así que espero que te sepas portar.

—¿Mamá ya se fue? —Hizo un puchero y abrazó su peluche—. No se despidió de mí…

—Ya, bueno… —Se incorporó sin saber qué hacer realmente—. ¿Quieres tu desayuno?

—¡No! ¡Quiero que te largues y que regrese mamá! —Yuu se acercó molesto al niñero y le dio un fuerte pisón antes de girarse y correr rumbo a su habitación.

—¡Ugh! ¡Pequeño mocoso, YA VERÁS! —Uruha comenzó a correr de igual forma persiguiendo al niño, pero antes de siquiera darle alcance a su habitación, sintió el portazo en sus narices—. ¡Mierda! —Llevó sus manos a su rostro.

—¡'Mierda' es una mala palabra! —Escuchó al otro lado de la puerta.

—¡Me importa un carajo! Ahora, si quieres seguir respirando será mejor que salgas, tomes el desayuno y te bañes.

—¡Ya dije qué no, además ES MUY TEMPRANO!

—¡Ay no me jodas! —Se golpeó contra la puerta y dejó su frente apoyada ahí con un gesto cansino—. Akira, te juro que éstas me las pagas…



-



—Ah-ah... ¡Achú! 

—¿Uhm? —Uke, quien se encontraba con la cabeza apoyada en el pecho del rubio, le miró al escucharle estornudar—. Vaya, Akira, parece que alguien está hablando de ti —Rió bajito.

—Eso creo —Ríe de igual manera y le da un casto beso en los labios—. ¿Cómo crees que le esté hiendo a Shima?

—Seguro le está hiendo bien. Yuu es un ángel de niño —Sonrió y volvió a acomodarse sobre el pecho de su rubio—. Además, apenas son las seis treinta de la mañana, ¿qué tanto puede haber pasado?



-



 —Mira, mocoso, te juro que si no sales tumbaré la puerta y así sea a rastras, ¡pero tomarás el desayuno completamente feliz, ¿me entendiste?! ¡Abre la puerta! —Aporreó la madera con fuerza.


Mientras, en la habitación de Yuu…

Yuu…  Son las seis de la mañana, ¿qué haces molestando a éstas horas…? —decía la vocecita chillona y somnolienta de un niño a través de la bocina del teléfono.

—Takanori, escucha, ¿recuerdas qué te dije que mamá saldría de viaje y me dejaría con una niñera?

Ajá…

—¡Es un chico! —susurró en tono alto, haciendo un gesto como si fuese algún gran descubrimiento—. Y… —se sonrojó levemente mientras bajaba más la voz—, es lindo…

¿Qué? —La voz del otro niño se escuchó menos adormilada—. ¿Cómo es?

—Es… castaño, alto, tiene una cara muy bonita, pero es un gruñón… —hizo un mohín a pesar de qué sabía que su amigo no lo vería—, hace que me den ganas de darle un zape. Pero aún así es muy guapo.

Ay Yuu~ Suenas como nuestras compañeras de curso cuando ven pasar a los chicos de primer grado —Rió divertido escuchando el bufido del moreno—. Pero… ¿No está muy grande para ti?

—Yo creo que…

—¡¡Ya te tengo!!

—¡Aaaaaaaaaaaaaaah! —Yuu separó el teléfono de su oreja, se giró y gritó espantado cuando vio a su niñero con un cuchillo que utilizó para forzar la puerta en mano y su rostro sudoroso con una notoria mueca de enfado.

¡¿Yuu?! ¡¿Estás bien?!  

—¡Ohh...! ¡Estás en problemas, enano! —dejó caer el cuchillo lejos del alcance de cualquiera de los dos, y corrió en dirección al pequeño, quien por única reacción sólo atinó a soltar el teléfono y huir de él gritando despavoridamente, como si fuese el mismísimo demonio quien le persiguiera—. ¡No huyas, pequeño mocoso!



-



¡No huyas, pequeño mocoso!


Takanori escuchó aquél grito a distancia y alejó el teléfono de su rostro para mirarlo con extrañeza. Ésa no era la voz de su amigo, así que supuso que sería la del famoso niñero; y se escuchaba enfadado. Apagó el teléfono y apenas pudo imaginarse en qué lío se habrá metido Yuu. 

—Mañana le visitaré, quisiera ver eso en persona —Rió bajito y con maldad mientras que se acomodaba de nuevo entre sus frazadas para retomar su sueño interrumpido.



-




—Yuu, ¿dónde-estás? —Uruha caminaba con aires de asecho a través de la cocina. Miraba de un lado a otro buscando al niño que había entrado a la cocina y desaparecido como si fuese un fantasma, dado a su pequeña estatura, no fue mucho problema esconderse de su niñero—. Joder…


El pequeño planeó una forma de defensa una vez estuvo dentro de la cocina; muy bien escondido a un lado de la nevera, sacó de ésta la botella con salsa de tomate y la otra de mostaza, y para cuando Kouyou entró a la cocina y se aproximaba a su posición no dudó ni un segundo en bañarlo con las salsas. 

—¡Idiota! Mira cómo me has dejado —Bufó el castaño con enojo mientras se limpiaba la salsa de los ojos. Se acercó rápido al moreno y le tomó del brazo para que no escapara—. Escúchame bien que no lo diré dos veces, iré a bañarme y cambiarme, mientras tanto quiero que tú tomes el desayuno, ¿entendiste? ¡Y nada de trucos! —Le sacudió levemente, recibiendo como respuesta un asentimiento del niño que le miraba entre asustado y fascinado—. Bien.

Kouyou le soltó y preparó el cereal del niño, lo dejó sobre la mesa y Yuu no tardó en tomar asiento frente a su plato. Una vez ahí, el castaño esperó hasta que el niño comenzara a comer para marcharse directo a la mochila que había dejado en el sofá; sacó unas prendas y partió rumbo al cuarto de baño.


Una vez estuvo dentro, no tardó casi nada en desvestirse y entrar a la ducha; comenzando rápidamente  a sacarse la salsa que había en su cuerpo. Una vez terminó, salió y con la toalla que ahí había se secó todo el cuerpo, cambiándose rápido, no confiaba mucho en dejar al pequeño sólo. Cuando regresó a la cocina, vio que el niño seguía ahí sentado con el plato de cereal frente suyo ya terminado. Sólo se miraban fijamente. Shima parecía perdido en el par de ojos oscuros, tan oscuros como la mismísima noche, eran verdaderamente hermosos, a pesar de pertenecer a un pequeño tan desquiciante, según él. Le hizo estremecer; ése niño definitivamente NO era como los otros que conocía «¿Qué serás?». Y ni qué decir del pequeño, quien no podía creer como un chico podía ser tan hermoso. Siempre había sentido atracción por una que otra compañerita de su curso, pero él definitivamente le ganaba a todas ésas. 

—E-Eres muy bonito… —Tan perdido estaba en sus pensamiento, que ni siquiera se dio cuenta de que aquellas palabras habían salido de su boca. Una vez cayó en cuenta de su error, un tono carmín cubrió sus mejillas, pero no hizo nada por disculparse, al final, había dicho la verdad así que por qué se disculparía.

—¿Eh? —El castaño salió del trance cuando le escuchó, y lo miró con sorpresa «Nunca nadie me había dicho eso con tanta inocencia, siempre lo hacen con la intención de llegar a algo conmigo, pero él…».  Creo que… si vuelves a decir eso te patearé —murmuró avergonzado y quiso cambiar el tema—. Son las siete y media, uhm, ¿qué quieres hacer?

—Quiero ver televisión —Se levantó del puesto y caminó hasta el sofá, sentándose en éste bajo la atenta mirada de Kouyou. Tomó el control remoto y encendió dicho aparato—. ¿Puedes verla conmigo?

—Ah... Claro, como digas —Hizo como si no le importase, y se sentó a un lado del pequeño mirándole de reojo sin prestar gran atención a lo que pasaban por la tv.


El día transcurrió relativamente normal. Yuu de vez en cuando le hacía una de las suyas a Uruha; como cuando el castaño le dijo que era hora del baño y el pelinegro le hizo perseguirlo por toda la casa, y sacarlo arrastras de debajo de la cama. Todo eso, para al final acabar totalmente empapado, pues la única manera de que el pequeño entrase a la ducha fue que lo tuviese sujeto a su cuerpo. O cuando el menor hizo que su niñero le diese la comida en la boca, alegando tener flojera y que sí él no lo hacía, no comería. «Pequeño manipulador», pensó Shima en ése momento.



Al día siguiente.



—¿Taka-chan? ¿Qué haces aquí? —Yuu miraba con sorpresa al niño que se encontraba en la entrada de su casa, ciertamente no esperaba su visita.

—¿Qué más voy a hacer? Quiero conocer a la ricura que te cuida —Takanori subió y bajó de manera rápida sus cejas un par de veces mientras le sonreía.

—Hey, es mío —hizo un mohín y le retó con la mirada.

—Vale, vale, ¡pero quiero ver quién es! Para que te hayas puesto como te pusiste ha de ser un modelo.

—Lo es… Es un ángel —suspiró mirando con encanto a la nada, pero se sonrojó con ferocidad cuando escuchó las carcajadas del otro—. ¡No te rías, baka!

—¿Me dejarás entrar o treparé hasta la ventana de tu habitación? —Como única respuesta el pelinegro sólo se echó a un lado, permitiéndole el paso a Takanori.


—Mocoso, ¿quién busca? —La voz de Shima se escuchó desde el umbral la cocina, haciendo girar la vista de los menores a éste—. ¿Quién es ése enano? —Dijo con recelo, ¿quién era ése y qué hacía tan cerca de SU niño? «¿Pero en qué carajos...-? Ya me estoy volviendo loco. Y un enfermo pedófilo», rió leve ante su pensamiento.

—Soy Takanori Matsumoto, pero tú puedes decirme Ruki, precioso —Le guiñó el ojo pero recibió un fuerte codazo en sus costillas propinado por Yuu, quien le miraba con el ceño fruncido.

—Es mi amigo y vino de visita —Continuó el pelinegro mirando esta vez a su niñero con una reluciente sonrisa—. ¿Puede quedarse?

—No.

—Pero... pero, ¡quiero jugar con él! —Lloriqueó con un enorme y fingido puchero afligido.

—Agh, como quieras, ¡pero no hagan ruido o los golpearé! —Y dicho esto, volvió a la cocina para terminar de lavar los trastes que estaba acumulados desde ayer.

—...Amargado —Dijo Takanori con “indignación”.

—¡Escuché eso, enano!

—Ven, Taka-chan, hablemos en mi habitación —Habló bajito mientras se dirigía con su amigo a dicho lugar.



—¿Así que ése es el ‘ángel’? —Rió bajito mientras se sentaba en la cama de su amigo junto a éste—. Anda, Yuu~ Él está muy bueno para un niño de ocho años como tú, ¡podría ser tu hermano mayor!

—¡Pero yo creceré! Y seré todo un hombre para él –Dijo esto con pose chulesca y una amplia sonrisa.

—Ajá —Enarcó una ceja.

—Bueno, al menos yo no riego la baba por nuestra maestra de matemáticas —Yuu le sacó la lengua infantilmente, y éste comentario hizo sonrojar al menor hasta las orejas.

—¡Callaaaaaa! —Tomó la almohada y se fue encima de su compañero, posándose sobre él mientras le golpeaba un par de veces con su ‘arma’ mientras las risas de Yuu se dejaban escuchar, al final, Takanori también terminó riendo, pero sus risas se detuvieron cuando miraron hacía la puerta y vieron al castaño con una mirada fulminante sobre ambos, haciéndoles casi temblar de miedo.

—¿Qué se supone que haces encima de Yuu?

—K-Kouyou…

—Nada, dulzura~ Sólo estábamos jugando —Sonrió de lado. Takanori a pesar de tener ocho años, era bastante pícaro y a veces hasta descarado, como lo demostraba en aquellos momentos.

—Bájate de él, ahora —Gruñó y el más pequeño de los tres obedeció sin borrar su sonrisita. Quizás el tonto de su amigo sí tenía algún chance con la ricura castaña, y quizás él podía darles un pequeño empujoncitoAhora, ¿de qué sabor quieren su pizza para cenar?

—Mamá dice que no puedo comer chatarra en la cena.

—¿Entonces quiere que te cocine brócolis y zanahorias? —Enarcó sus cejas mientras cruzaba los brazos.

—Eh… No —Negaron ambos.

—Bien, entonces bajen en lo que pido la pizza —Y se fue.


En cuanto bajó, no tardó más de cinco minutos en pedir la pizza y tres refrescos, pero algo más importante que eso ocupó su mente, y era el hecho de haber sentido ésa inexplicable rabia correrle sólo por ver a ése niño sobre Yuu. Nunca había sentido algo igual por nadie, por eso se sentía un poco tonto y confundido. «Ese niño hará que me vuelva loco, ¡y sólo llevo dos días aquí! ¿Qué mierdas me pasa?». El castaño dejó caer su cabeza derrotado sobre el mesón de la cocina donde estaba sentado.


—Eh… ¿Kouyou? —Cuando levantó la mirada se encontró con los dos infantes mirándole raro.

—¿Qué?

—Nada, creímos que habías muerto —Dijo Ruki encogiéndose de hombros y Shima quiso estrangularlo, pero se contuvo.

—Vale, no he muerto, ahora hay qu…- —El castaño se vio interrumpido por el timbre. Se levantó y tomó del dinero que la mujer le había dado en ‘casos de emergencia’ para pagar el pedido. Una vez lo tuvo en sus manos, le indicó a los niños que le esperaran en el living mientras llegaba con los platos ya servidos.




Ya habían pasado dos semanas y las cosas para el mayor no habían mejorado, por el contrario, su mente se volvió un ocho en cuanto a los pensamientos que tenía con respecto al pequeño de cabellos negros. A medida que el tiempo pasaba, su cariño por el niño crecía y crecía, y aunque no lo expresaba mucho, los pequeños gestos que tenía el otro para consigo mismo era lo que hacía que su corazón latiera con fuerza. Pequeños besos en la mejilla en señal de agradecimiento, abrazos cuando hacía algo que al más bajo le gustase, y esa mirada que sólo Yuu podía darle, esa que transmitían paz, inocencia y amor, aunque el castaño no lo supiese. Definitivamente él no era como los otros niños o incluso, como las personas con las que alguna vez había salido.

Sí, había tenido citas con chicos y chicas de su preparatoria, pero nunca llegó a sentir siquiera aprecio por ésas personas que sólo le buscaban por  su físico. Ellos nunca se interesaron en él como persona, pero ahí estaba, un niño de 1,10 metros que sin que lo supiese, hacía desvelar a su niñero, como ahora, en busca de algo que le hiciese sentir cuerdo con los sentimientos que aún no aceptaba en su corazón. ¡Yuu era un niño! Él no podía sentir eso, ESTABA MAL. Ni qué pensar en el niño, seguro se espantaría si lo supiese.

Pero lo que no sabía era que Yuu estaba colado hasta los huesos por él. Su corazoncito ahora le pertenecía a su niñero, y éste ni por enterado por estar ahogándose en un vaso de agua. Desde que le vio por primera vez hizo que su corazón latiera fuerte, y aunque al principio le dio miedo y quiso echarlo, ahora sólo quería que nunca más se apartase de sí. Estaba consciente de la diferencia de edad y no le importa, era un niño, las preocupaciones eran cosas que nunca sentían a ésa edad, y menos si un sentimiento como el amor cegaba completamente todo el razonamiento que tuviese…




Era jueves por la noche de la tercera semana, en la casa todo se escuchaba en silencio salvo los sonidos de la lluvia caer, ¿lluvia sería la palabra adecuada para calificar ese suceso? No, más bien tormenta, porque eso era lo que era. Y ésta estaba acompañaba de sonoros rayos que hacía sobresaltar al niño que estaba hecho ovillo enredado entre sus sabanas. Era más de media noche y sabía o suponía que su niñero ya estaba durmiendo. Tenía miedo, y su instinto de niño le ganó. Tomó su almohada entre sus brazos y fue directo a la habitación de huéspedes donde estaba el castaño. Tocó tímidamente la puerta un par de veces esperando a que le abrieran.


—¿Yuu? ¿Qué haces despierto a esta hora? —Dijo un somnoliento Kouyou. 

—Está lloviendo muy fuerte, y truena… Tengo miedo —Hizo un morrito mientras miraba directamente al otro—. ¿P-puedo dormir aquí…? Prometo no moverme mucho.

—Yo… Eh… «¡¿Qué hago?!» Claro, pasa.

—¡Gracias! —Entró en la habitación y rápidamente se acomodó en la cama.

—Espero que no te incomodes, la cama es de una pieza así que estaremos un poco apretados.

—No importa, así mejor.

—¿Qué?

—¡N-NADA! —Pero para Shima el sonrojo que adornó las mejillas del niño no pasó desapercibido. Le hizo sonreír.

—Claro. Ya, vamos a dormir —Se acostó al lado del menor y le acunó. Sabía que tenía miedo y qué mejor manera de ayudarle a dormir que acogiéndolo en un abrazo.

—Muchas gracias, Kou… —El niño se estiró hasta dejar un pequeño rose sobre los labios de su niñero.

Y Shima presintió que esa noche tampoco dormiría, y ahora sí tenía una razón. Ese gesto, ese pequeño y casto gesto resolvió sus dudas, TODO, ya lo tenía claro. Sabía que ése niño había cautivado completamente su ser y que le quería. Además de eso, un cosquilleo acudió a él y cómo nunca, sintió sus mejillas un poco calientes; supuso un sonrojo. Volteó a mirar al niño que estaba abrazado a él y contempló su rostro. Se veía realmente hermoso, y más tranquilo. Con ésa imagen en la mente pudo volver a retomar su sueño.


¿Te gusta pequeño? El castaño continuó recorriendo esa zona con sus labios hasta que no lo resistió más y mordisqueó el lóbulo derecho del infante que se encontraba debajo de él. Yuu lo separó de su oreja y se apoderó de los labios del mayor en un beso algo torpe, pero el mejor de todos que el castaño haya recibido nunca. Ya que transmitía pura y genuina inocencia.

Uru... Los ojos del menor brillaron con emoción y él lo notó, le hizo casi temblar de excitación. Elevó sus brazos para atrapar el cuello de más alto y probar nuevamente sus labios—. Hazme tuyo, Uru, tómame…

Yuu… ¿me permitirías hacerlo? ¿Realmente quieres? preguntó masajeando las nalgas del menor quien sólo asintió.

Tomó nuevamente esos labios gruesos y comenzó a deshacerse de la ropa de ambos. El mayor tras desnudar al niño bajó a besar cada centímetro de piel que estaba  a su disposición, hasta llegar a un punto que ciertamente le enloquecía.

Posó sus labios en uno de sus pequeños botones rosados y empezó a estimularle con su lengua, acariciándolo, saboreando lo más puro de su cuerpo, sus manos viajaron por las piernas del menor, acariciando todo a su paso antes de subier de regreso. Una terminó acariciando el otro pezón del niño y la otra comenzó a masajear el miembro del mismo.

Mmmm…. ¡Ngh! Kouyou… ¡Kouyou!


—¡Kouyou! —El niño zarandeaba a su niñero que estaba envuelto en sabanas y murmuraba cosas inentendibles desde hacía rato.

—¡Ah! —Se sobresaltó y en un segundo se incorporó en su cama—. ¡Yuu! «Mierda, ¡un sueño!»

—¿Estás bien? Hablabas en sueños y… —Su mirada bajó hasta cierta parte del cuerpo del castaño que le sorprendió, ladeó el rostro y volvió su mirada al niñero—. ¿Por qué está así? —Preguntó con inocencia acerca de la erección que tenía el otro bajó sus prendas. Shima se sonrojó completamente.

—P-por nada… —Y sin esperárselo, el menor posó su mano sobre el miembro del mayor y lo apretó un poco—. ¡¿Qué haces?! —Preguntó exaltado, sintió correrle una descarga eléctrica sumamente placentera ante ésa acción.

—Taka-chan me habló de ésto, y me dijo que la mejor manera de aliviarte es tocándolo, ¿no? —Le miró, y el castaño supo que no lo decía vulgarmente, lo decía de una manera que se le antojó demasiado ingenua.

—«¡Su mamá me matará si se entera de esto!» —De pronto se sorprendió a sí mismo ¿en serio estaba haciendo eso? ¿Permitir que un menor de edad le tocase de esa forma? Si alguien se enterara… Definitivamente sería hombre muerto…


Pero ahora quería disfrutarlo. De verdad quería al niño, y se lo quería demostrar de alguna manera. Quizás no era la adecuada, pero realmente no quería hacerle daño. No era su intención.


El castaño estiró su cuerpo hasta alcanzar el rostro del moreno y lo acercó al suyo para devorar los labios del otro en un beso que empezó lento y suave; con ternura, debido a la inexperiencia del menor. Coló una de sus manos debajo de la polera y repartió pequeñas caricias por  toda su espalda, haciéndole estremecer notoriamente. Dejó aquellos gruesos labios descansar y comenzó descender sus besos al cuello del más bajo, escuchando los encantadores gemidos que intentaba no soltar de manera ruidosa.

—Ugh… Kou… uhmm… Ah.

—Yuu… ¿Te gusta, pequeño? ¿Quieres que siga? —El niño no pudo ni contestar, pues su garganta sólo atinaba a soltar aquellos sonidos eróticos para el mayor. El castaño sonrió y volvió a besar al pequeño con más entrega, pero sin dejar de ser dulce.

Yuu miró directamente a los ojos del otro mostrando una mirada llena de deseo, deseo por lo que pudiera pasar; aún sin ser muy consiente de qué sería exactamente. Kouyou no aguantó más y con cuidado colocó al menor debajo de él, posición que le permitió al mayor mordisquear y recorrer con su hábil lengua el pequeño cuerpo entero mientras las manos del niño acariciaban el cuello de su niñero con pequeñas caricias y ocasionales arañazos que ocurrían cuando el otro acertaba a estimular sus sitios más erógenos. El castaño se separó de la piel que besaba para poder mirar el rostro sonrojado y jadeante del menor. Se acercó y le plantó un casto beso en los labios.


—Eres precioso.

—Uhh… Kou… me duele… ahí… —El mayor sonrió enternecido y excitado a la vez, y bajó su rostro a la altura de la entrepierna del menor. Sopló sobre su glande para estimularle, e introdujo el pequeño miembro erguido a su boca—. ¡Ah! —gritó arqueando levemente su espalda, más cuando el otro aspiró para lograr hacer más estrecha su cavidad y darle más placer al pequeño, después sacó el pene de su boca y dio largas lamidas repetidas veces a lo largo de éste.

Jamás se imaginó haciendo una felación a alguna persona, y muchos a un niño de ocho años.

—¡Nghh…! —Los gemidos del niño aumentaron de tono después de un par de minutos al sentir aquella sensación de querer terminar. Pero él no supo qué era, por lo que se asustó. Aquella sensación aumentó y le hizo arquear su espalda de manera sublime, sus mejillas tomaron un color más rojo por el esfuerzo que hacía su pequeño cuerpo. El abrazador alivio que sintió después de expulsar ese líquido de su cuerpo le hizo suspirar sonoramente y relajarse sobre la cama, a su vez, llenó la boca del otro con dicho líquido, que no era exactamente semen, ya que a esa edad él aún no producía, pero algo se le asemejaba. El menor de los dos intentaba recuperar todo el aire que faltaba en sus pulmones; regularizando su respiración, mientras el mayor se embriagaba admirando la belleza del pequeño. Acercó sus labios a la mejilla del pequeño y dejó un tierno beso ahí. 

—Te quiero, Mocoso. Te quiero mucho —Susurró antes de manera suave para luego fijarse que el niño había caído profundamente dormido, pero a pesar de que éste no le dijo nada, supo que su sentimiento era reciproco. Sonrió de manera tonta y cargó al niño en brazos para llevarlo a la cama de su habitación. Aún estaban en la de huéspedes y no era muy cómoda.

Ojalá todas mis mañanas fueran parecidas, o al menos tener a éste mocoso a mi lado, sonriendo para mí —Sonrió como tonto de nuevo y dejó al menor sobre su cama. Salió de la habitación y cerró la puerta para enfilar al baño para encargarse de su problema. Él no se atrevía aún a penetrar al pequeño, no sería capaz. Al menos aún no.
Una vez hubo terminado; obviamente teniendo todo el tiempo a su pequeño en la mente, se lavó las manos y limpió cualquier rastro que le incriminase. Salió del baño y caminó hasta la cocina para preparar un desayuno decente para los dos.


«Maldición…» El castaño miraba con frustración el libro de recetas que tenía entre sus manos, creyó que sería más fácil con las instrucciones escritas, pero se equivocó, pues lo que se encontraba en el bol que tenía en frente no se asemejaba ni un poco a la fotografía del libro. Bufó por última vez y lanzó el libro al mesón que estaba cerca. Definitivamente la cocina no era lo suyo. Estuvo a punto de lanzar su intento de comida pero el insistente timbre de la puerta principal le detuvo.

—¿Quién coño toca el timbre? —Gruñó mientras se dirigía a la puerta, con ganas de matar a quien quería fundirse con el timbre. Pero se quedó en eso, ganas, pues la persona que tocaba no era nada más ni nada menos que la mamá de su niño—. ¿Señora? ¿No regresaba la otra semana?

—Hola, Takashima-kun —Saludó la mujer sonriente, más de lo que la recordaba—. Sí, regresaba en una semana más, pero los negocios resultaron muy bien; tanto así que pudimos terminar antes de lo esperado —Se adentró a la vivienda mientras se sacaba el abrigo y la bufanda. Un señor dejó un par de maletas en la entrada y después de recibir una propina se retiró—. ¿Dónde está Yuu? ¿Cómo se portó?

—Yuu ahora duerme. Se portó muy bien, es un gran niño, no me causó problemas.

—¡Me alegro tanto! Yuu no es muy dado con los niñeros. Siempre lograba espantar a todos —Rió un poco y caminó con el castaño hasta el living—. Debe quererte mucho para haberse portado bien contigo.

—Es bueno saberlo, porque yo también le quiero, demasiado —Y la mujer lo tomó como un querer de hermanos, sin percatarse que aquello se trataba de algo más que eso—. Aunque ya no sea su niñero, ¿me permitirá venir a verlo, verdad? —La miró con mirada suplicante, pero la mujer le regresó un gesto un poco triste.


«Esto no me trae buena espina…»


—Oh, cariño… No lo creo —El castaño estuvo a punto de replicar, pero la mujer se le adelantó—. No es porque yo no quiera, lo que sucede es que el viaje de negocios que fui a hacer era para conseguir una mejor bacante y poder brindarle una mejor vida a Yuu. Me aceptaron y ahora debo viajar con Yuu a Alemania.

—¿Alemania?

—Sí. Y el viaje será en una semana.

Y Kouyou sintió como si le hubiesen dado un golpe en la boca del estómago. Él nunca había querido tanto a alguien, NUNCA, y ahora que se atrevía a experimente ese sentimiento, el destino le arrebatada de manera cruel aquella oportunidad. Sus ojos se cristalizaron y un grito se hizo presente.


—¡No mamá, yo no me quiero ir a Alemania! —Yuu se encontraba al pie de la escalera con dos gruesas lágrimas corriendo por sus mejillas—. Yo me quiero quedar aquí, ¡contigo, con Taka y con Kou!

—Pero Yuu, amor, ¿sabes cuánto tuve que esforzarme por conseguir ése puesto? Es para darte mejor vida, sabes que aquí no lo conseguiremos. Además, ya acepté, no puedo decir que no ya.

—¡NO! —Corrió hasta el castaño y se abrazó a sus piernas mientras sollozaba e hipaba con intensidad—. ¡YO NO ME VOY! ¡Kou, por favor, no lo permitas! —Hipó un par de veces más y levantó su llorosa mirada a su niñero, notando como éste tenía totalmente quebrados los ojos—. Por favor…

—Pequeño… —Se arrodilló para quedar a su altura y lo abrazó con fuerza, temiendo porque se lo arrebatasen—. No puedo… Tu mamá merece ese puesto, y tu mereces algo mejor…

—¡Pero yo no quiero que me separen de ti! –La madre del pequeño estaba más que conmovida, su hijo jamás había querido tanto así en tan poco tiempo, y se sintió mal por ser la causante de esa escena, pero ya no podía echarse para atrás por más que quisiera, ahora contaban con ella. Lo único que pudo hacer fue ir a la cocina para darle privacidad a los dos.

—Mira, Yuu-shi, sé que ahora no lo entiendes, pero es algo necesario… —Sonrió amargamente y dio pequeños besitos en las mejillas del menor para limpiar sus lágrimas—. Pasaremos juntos los días que nos quedan. Y te juro, aquí y ahora, que jamás dejaré de quererte como lo hago en éstos momentos, y que jamás dejaré de pensar en ti ni un solo día —Depositó un corto beso en los labios contrarios.

—K-Ko-Kouyou… n-no… no quiero… —sollozaba entrecortadamente intentando hablar—. No... Y-yo… —se lanzó a los brazos del mayor y se desató un incesante llanto por parte de ambos, siendo el del niño más intenso y sonoro que el del mayor, pero ambos sintiendo el mismo dolor.

Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a estar juntos, a pesar del tiempo, del lugar, a pesar de las circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse, pero nunca podrá romperse —Citó el castaño en un susurro al oído del menor mientras sus manos acariciaban la espalda y sus cabellos para tranquilizarle—. ¿Entiendes eso, pequeño? Nosotros, aunque estemos lejos no dejaremos de querernos, por lo menos yo nunca lo dejaré de hacer…

—¡Yo tampoco dejaré de quererte! Eres de lo más importante que tengo… —Absorbió su nariz y miró a los ojos ámbar para que viera que hablaba con sinceridad, como todos los niños.

—No sabes lo feliz que me hace escuchar eso… —Sonrió de nuevo, pero esta vez con verdadera felicidad por la confesión que su niño le acababa de hacer.




Y así pasó una semana, una semana en la que ambos quisieron aprovechar todo el tiempo del que disponían; una semana donde fueron a parques de diversiones, a comer helado, a centros comerciales. Una semana donde a veces compartían tiempo a solas para darse besos, caricias, palabras de cariño. Una semana donde dos sentimientos crecían a paso acelerado: el sentimiento de amor, y el de dolor. A veces el niño se soltaba a llorar al pensarse lejos de su amado niñero, y Kouyou se reprimía a derrumbarse delante de su niño.
Akira, Kai y Takanori estuvieron al tanto de toda la situación, tanto del romance que ambos llevaban como el viaje que les obligaría a separarse. Y le dejaron el tiempo a ellos, para que ambos se disfrutasen, pero un día antes de la partida los cinco; a petición de ambos, compartieron en un parque de atracciones mecánicas.


…A pesar del tiempo, del lugar, a pesar de las circunstancias….


Se le informa a los pasajeros del vuelo 3214 con destino a Alemania que el avión está a cinco minutos de despegar. Favor reportarse a la cabina correspondiente del despegue. Gracias.


Kouyou fue la última persona de la cual el niño se despidió, pues sabía que (después de Takanori), era la despedida más dura. El castaño estaba arrodillado con el pequeño sollozando en sus brazos y cuatro personas que correspondían a la mamá del pequeño, su compañerito de escuela y los dos amigos del castaño, miraban tristemente la escena. Takanori aguantándose las lágrimas por perder a su mejor amigo.

—Creo que lo mejor sería que les diéramos un tiempo… —dijo sabiamente Uke, recibiendo el asentimiento de todos para luego retirarse con los otros a varios metros de ambos, cerca de la cabina que les correspondía a la mujer y su hijo.


—Pequeño, por favor, mírame… —susurró  apartando un poco a su niño, tomó entre sus manos las mejillas de éste y le sonrió, pero su sonrisa salió triste, más al ver sus ojitos rojos e hinchados—. No llores, nos es como si nunca más nos fuéramos a ver, ¿ne? En… en algún momento volveremos a vernos… —Titubeó, pues no estaba muy seguro de eso, y quiso llorar. Pero se aguantó. No quería que el menor volviese a soltar las lágrimas que ya se habían detenido, dejando sólo el rastro de éstas—. Te quiero, Yuu, te quiero mucho…

—Kou, yo también te quiero. Más que a nadie. Nunca me olvidaré de ti y te prometo que cuando sea grande vendré por ti y seremos muy felices. Felices para siempre, como en los cuentos —Un hipido lastimero salió de sus labios sin poder evitarlo volvió a abrasarse a su amado, quien dio un par de besitos sobre la cabeza de su niño y un par de lágrimas abandonaban sus ojos.


—Yuu, cariño, ya debemos abordar el avión… —Dijo la mujer en un tono bajo y sin acercarse mucho a la escena.

—Anda, pequeño, no vayan a perder el vuelo —Susurró con cariño Shima mientras se separaba del niño para luego incorporarse.

Yuu caminó hasta quedar a lado de su madre y la tomó su mano para caminar con ella hasta la compuerta que estaba a unos metros de ellos. Estando a unos pasos de entrar y perder cualquier contacto visual con los otros, volteó su mirada hasta que sus ojos se conectaron por última vez con los de la persona que más quería. Viendo cómo finas lágrimas caían de esos preciosos ojos color miel. Susurró un inaudible ‘te amo’ que Kouyou entendió perfectamente, y le regresó un ‘yo más’ de la misma manera para posteriormente lanzarle un beso con su mano, después, todo contacto se rompió al igual que el corazón de dos personas que se amaron bajo circunstancias inexplicables.


Kouyou lloró viendo como el avión donde se encontraba su pequeño niño despegaba y se perdía en algún punto del cielo. Se juró jamás olvidarlo, aunque su recuerdo sólo lo lastimara, pero en su corazón guardó todos los momentos que vivió con él; desde el primer día que le conoció, hasta los últimos minutos que estuvo a su lado. El destino a veces podía ser muy cruel.

—Sabes, Kouyou-kun —Habló Takanori que estaba a punto de irse, pues su mamá le esperaba en el auto—. Yuu te ama de verdad, y si te prometió que volvería, no lo dudes —Sonrió y se fue.

—Amigo, ¿te damos un aventón? —Esta vez fue Akira quien habló.

—No, Ue-chan, quiero caminar y despejarme. Quiero pensar —Suspiró con una tenue sonrisa—. Pero gracias, y gracias a ti también, Uke, en serio, gracias —El castaño mayor supo el verdadero significado de ése ‘gracias’ y le sonrió devolviéndole un ‘de nada’.



Al final Kouyou sí pudo comprar su guitarra, y con ella compuso mil y una canciones pensando en su niño, porque a pesar de que consiguió dicho objeto que en algún momento fue todo para él, eso no llenó el vacío que el menor había dejado en su corazón, porque para él, Yuu era sagrado, era su corazón, y aunque hubiese sido un niño la persona de la que se enamoró, aunque sea un enfermo ante los ojos de la sociedad; sabía que era algo puro y sincero, algo real, y sobre todo, algo correspondido. Y a pesar de todo, aún guardaba las esperanzas de que en algún momento del futuro incierto su camino volviese a cruzarse con el de Yuu para volverse amar como en el antaño, porque el amor todo lo puede, ¿verdad?...













 Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario